Hola, somos Luz Adriana Gomez Y Jose Luis Marino. bienvenidos a nuestro blog.

lunes, 15 de marzo de 2010

Mandatos

Ella es una persona mayor, entendiendo por mayor, que paso los 65 años. De estatura mediana, delgada en sus facciones, coqueta en su vestir. Su cara angulosa, denota ese toque de coquetería, en sus labios, en la perfección de sus cejas, y en la sombra de sus ojos. Su ropa es la propia de una mujer de su edad, pantalones anchos, camisolas de seda, y zapatos al tono. Sus manos cuidadas, uñas pintadas en color rojo suave.
Blanca vive en un apartamento en Laureles, amplio, esos típicos apartamentos de 40 años atrás. Solo la soledad de su vida, se refleja en ese caserón. Todo acomodado como si recibiera a varias amigas, una cocina amplia, como si se cocinara los domingos para esa familia dispersa, que no reúne alrededor de unos frijoles. Blanca tuvo una familia, una familia como esta sociedad nos aconseja, marido y tres hijos. El tiempo y ella, se encargaron de que se quedara sola. Mario, su marido falleció hace ya 25 años, es decir que ella lleva más de viuda que de casada. Con Mario tuvieron 3 hijos, ya todos profesionales, ya dos casados, solo una hija está soltera.
Diana es joven, digamos que bonita y vivía con Blanca. Desde siempre Diana fue deambulando por las diferentes habitaciones que fueron quedando libres. Se asentó en la que daba a la calle, desde donde se podía divisar, parte de esa avenida cubiertas por arboles de Laureles, que le dan nombre al barrio. Ese ejercicio de despertar y revotar en el verde de las frondosas copas, le daban un sentido a su abrir al mundo.
Su vida trascurría entre su trabajo, la casa de su madre y alguna que otra actividad que le daba fuerzas para no quedar tan encerrada en ese círculo.
La vida de Blanca trascurría entre su hija, su casa, su hija y alguna que otra actividad que le daba sentido a estar encerrada en ese círculo. Quien encerraba a quien, quien cumplía con el mandato de que la hija menor debía acompañar a su madre, para cuidarla, respetarla y estar con ella hasta el final de sus días, los días de la madre, claro.
Toda normalidad se rompe por hechos que escapan a nuestros deseos, por seres que se nos interponen, y hacen de nosotros esos seres humanos que fallamos en el último intento. A Diana le paso algo parecido, su vida se vio interrumpida por la aparición de un hombre que le dio sentido a su condición de mujer. En los planes de Blanca, ese señor no estaba justamente presente.
Lo que era monotonía, lo que era calma chicha (expresión bien argentina) de golpe cambio, el teléfono que rara vez interrumpía el silencio de las novelas de las noches de RCN, empezó a ser protagonista. Las llegadas de Diana más allá de las 10 de la noche, se hicieron una constante y a Blanca esto le dio un mal presagio. Tomo la delantera, y arremetió con toda clase de cantaleta contra la asombrada Diana. La que era su adorada madre, se convirtió en su acérrima enemiga, más que de ella de su hasta ahí, amigo.
Esa imagen de señora formal, elegante, sobria se transformo en alguien sin consuelo, sin razón, sin alma.
Del amor al odio hay un solo paso, dice una frase popular. Qué razón tenía en este caso, como lo vivencio Diana en carne propia.
La viejita dulce, era el lobo feroz, ella caperucita. Todo se trastoco, Diana comprendió que si quería seguir con su vida, debía separase de la vida de Blanca, Blanca comprendió que si quería que se cumpliera su mandato, debía unir mas su vida con la de Diana. Igual, algo sobraba, para Diana, su madre, para su madre su novio. Lindo dilema.
Así estaban planteadas las cosas, Diana quizás sin comprenderlo debía dejar de la ese mandato y hacer lo que más feliz la hiciera.. Comenzó a rondarle la idea de irse de su casa, mejor planteado: irse de la casa de la madre. A muchos nos lleva tiempo, a muchos le aparecen trabas, a Diana solo el aprecio el cuándo se lo digo. Blanca creía en su victoria privada, Diana cumplirá el mandato, Diana me acompañara hasta mi muerte, es su precio por ser la única hija soltera.
Todo surgió casi que sin pensarlo, un apartamento en Envigado, un arriendo al alcance de su presupuesto y un novio feliz con la decisión. Apenas Diana, le comento a su madre que tenía planeado vivir sola, que ya tenía el lugar y que en 10 días pensaba trasladarse, el mundo de Blanca, se trasformo, veía a sus hija mayor de aliada de su hija menor, a su hijo lo notaba neutral y ella, la madre sacrificada que había criado a sus hijos para que en el futuro le dieran una vejez tranquila y que “alguien” se haga cargo de estar con ella, cuidarla, acompañarla. Alguien con quien conversar, alguien con quien compartir esas novelas de las 8 de la noche. Todo se derrumbaba. Todos estaban en contra de Blanca, nadie la comprendía, nadie sentía su dolor de madre “abandonada”.
Lo que siguió fue una batalla, donde Blanca no cedió un tranco, Diana tuvo que irse con su ropa y con algún que otro mueble por ella comprado. Blanca hasta el día de hoy, ya pasaron 2 años, no conoce donde vive Diana. Durante casi un año no le hablo y cuando lo hizo fue para hacer sentir a Diana, toda su rabia, su dolor y su abandono.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado mucho este cuento(¿?), esta bien desarrollado y tiene sentido por lo que proponen para este sitio.


    Alicia Fontenla-Capital-Argentina

    ResponderEliminar